Apuntes aleatorios
Enamorarse es de valientes
Son tiempos raros para la emoción. Decir “te amo” está bien visto cuando no lo sentimos de verdad y nos aterra verbalizarlo o escucharlo cuando el sentimiento es genuino. Basta contarle a algún amigo que alguien te gusta para que te digan: —¡Qué bueno, pero vete con cuidado, no te claves, no te emociones mucho, no te vayas a enamorar!— . Entiendo la precaución, es muy triste ver a un amigo con el corazón roto, pero qué lindo es verlo enamorado, con la sonrisa en la cara y los ojos brillantes; sin embargo creemos más importante invitar al recato y a la contención.
Tenemos tanto miedo al dolor y al rechazo que solemos cuidarnos, arriesgar poco, no mostrar la emoción aunque nos cueste contenerla, no queremos que se note cuánto nos gusta alguien o lo mucho que disfrutamos su compañía, guardamos los halagos para los más queridos y cercanos. Nos aterra parecer intensos, confundimos el respeto por el espacio y el tiempo personales con una frialdad fingida. Entiendo las ventajas de esto pero creo que no estamos valorando lo que perdemos.
Nadie nos sirve un platillo que sabe delicioso diciéndonos: no te emociones, ni quieras disfrutarlo mucho, no vayas a pedir otra porción. No recomendamos una película pidiendo que los otros no lloren, no se asusten, no se angustien o no rían a carcajadas. Vivimos dos años sin poder ver y abrazar a todos con libertad, perdimos a muchos sin decirles cuánto nos importaban y todavía seguimos pensando que contener la emoción es la actitud correcta.
Es de valientes mostrar los sentimientos y de bondadosos responder con claridad si no se siente lo mismo. Es importante no invadir la privacidad ni la intimidad de nadie, con eso en mente deberíamos darnos oportunidad de ser más abiertos y arriesgados con nuestras emociones; comer esas tres rebanadas de pastel, escuchar 100 veces esa canción, enviar ese mensaje espontáneo, ver 20 veces la película, sonrojarnos 50 veces al leer un texto o ver una foto, dejar volar las mariposas. Al final, se sabe, esa emoción va a pasar, en algún momento va a terminar, tal vez la olvidemos, tal vez se convierta en otra cosa, pero nunca será eterna. Abracemos pues las emociones propias y seamos considerados con las de los otros. ¿Dónde, si no es dentro de ellas, que está nuestra humanidad?
De conejos y miedos
No sé cuándo comencé a tenerle miedo a los conejos pero recuerdo con mucha claridad las pesadillas que protagonizaron durante mi infancia y adolescencia. Tengo muy claro el desagradable escalofrío que me provoca verlos, la incomodidad al tener uno cerca. No es un terror paralizante y sé que es irracional, sin embargo estoy segura de que muchos otros lo han sentido porque hay una amplísima gráfica de conejos malvados; lo sé porque mis mejores amigos han dedicado tiempo a enviarme toda clase de conejos aterradores. Al parecer su forma de decirme que me quieren y reírse a costa mía es hacerme sufrir.
Hace una semana uno de mis podcast favoritos dedicó dos horas para hablar de conejos en las tradiciones y expresiones culturales y de no ser porque Rodrigo Cortés tiene el super poder de hacerme pensar que todo lo que dice es lindo, verdadero, ocurrente, importantísimo y necesario, no lo hubiera escuchado. Al final pasé un muy buen rato, aprendí nuevos datos acerca de estos bichos infernales y comprobé que muchos otros los han visto en su maldad absoluta. Escribo esto para recomendar el episodio y ver si puedo reclutar a uno o varios incautos al ejercito que estoy formando y prepararnos juntos para cuando los conejos hagan evidentes sus intenciones de exterminarnos y apoderarse del mundo.
P.D. También aprendí que el amor es más grande que el miedo porque no puedo dejar de ver estas orejitas:
La uniformidad tan horrenda
Hace un mes que en la alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México, los representativos rótulos de los negocios y puestos fueron borrados y sustituidos por un muy ordenado, uniforme, gris y horrendo logotipo oficial. En aras de la civilidad, confirmando su ceguera institucional y absoluta falta de sensibilidad, la alcaldesa Sandra Cuevas consideró prioritario cancelar los ocurrentes, divertidos, coloridos y singulares rótulos cuya creación es el sustento de artistas populares que mantienen vivo un oficio tradicional que distingue y publicita a los negocios en todo el país. Sin considerar el valor de los rótulos que se han analizado y catalogado en libros, artículos, tesis y exposiciones, la alcaldesa aboga por el “orden” a costa de la identidad y la expresión. En un mar de noticias terribles muchos dejarán pasar esta noticia como algo irrelevante, pero por suerte muchos no son todos y la Red Chilanga en Defensa del Arte y la Gráfica Popular está movilizándose para evitar que más rótulos populares sean borrados y ponerle alto a la horrenda uniformidad que invade las, ya de por sí, grises calles del centro de la ciudad.