Graciela
Si me preguntan si soy feminista respondo que soy Monroy Valentino. Para mí eso significa haber crecido con el ejemplo de mujeres maravillosas, fuertes, sabias, amorosas, talentosas e independientes. Mujeres como Graciela Monroy, activista, militante, cantante, madre, abuela y una tía maravillosa
En casa de mi tia Chela pasé todas las Navidades de mi infancia y adolescencia; fiestas interminables y alegres, mágicas. Ahora sé lo que implica organizar esas reuniones, las horas que invertía para que la cena estuviera lista, el árbol adornado, la chimenea prendida, los regalos dispuestos y las luces de bengala prestas para iluminar el jardín.
Esos sabores, la música y el baile no eran sólo un evento anual, eran, sobre todo, un ritual que nos mantenía juntos, que nos dio identidad, que nos enseñó a saber de dónde venimos y a dónde pertenecemos.
Graciela no era sólo la tía cariñosa que ofrecía y pedía siempre un beso, era, sobre todo, ejemplo de una vida plena. Dedicó su juventud a luchar por las causas en las que creía, participando en mítines y recolectando firmas; se acercó al arte, lo vivió y lo disfrutó cantando a dueto con su hermana, mi tía Lola; fue esposa, madre, abuela y tía amorosa. Su larga vida le alcanzó para todo, creo incluso que le sobró, porque muchos nos quedamos con un poco de ella, porque su figura menudita y altiva no sólo se plasmó en los álbumes familiares, también está en un mural de Rivera y en cuadros de su hermano Guillermo; sus ojos grandes, de almendra, serán siempre un faro para otras mujeres que, como ella, estamos construyendo vidas libres y plenas.
Vaya entonces, Graciela, desde aquí un beso, uno tan grande que es todo y de todos. Hasta siempre, tía.