Mi amigo Mau, que es muy confiable
Mauricio Pfeiffer era un enorme diseñador gráfico con daltonismo y eso es lo menos singular que puedo decir de él. Lo conocí cuando entré a trabajar a una agencia digital que Mau y otros tres socios habían fundado y que para 1998 estaba despegando. Me entrevistó con el cabello pintado de plateado, una sonrisa enorme y toda la buena energía que emiten las personas creativas y brillantes como él.
Con Mau trabajé ocho increíbles años de aprendizaje, crecimiento profesional y amistad entrañable. Desde el primer minuto nos reconocimos como iguales y con ese respeto y cariño desarrollamos juntos cientos de proyectos y platicamos incontables horas acerca de todo: música, pelis, ciencia, política, series, arte, etc. A Mau le interesaba todo y a mí me interesa la gente como él: curiosa, que hace preguntas, que piensa en otras alternativas, que busca opciones diferentes, que sabe reír de todo.
La empresa que fundó y a la que me invitó a asociarme creció en medio de la llamada “burbuja de internet”. Juntos conocimos a otros diseñadores, programadores, vendedores y administrativos con los que formamos un increíble grupo de trabajo y amistades que han soportado años de separación. Era su buena disposición para compartir lo que sabía, su humor ácido y atinado, su sarcasmo y sus interminables ganas de aprender lo que mantuvo unido a ese equipo tan variado. Aún después de dejar de trabajar juntos seguimos siendo amigos y siempre consideré su opinión muy valiosa; tanto, que muchas veces para hablar de él empezaba las frases con un: “Mi amigo Mau, que es muy confiable…”
Mau ponía los mejores apodos del mundo a una velocidad increíble y con la misma facilidad olvidaba los nombres reales. Nos mensajeábamos en medio de las juntas para que yo le recordara los nombres y apellidos del “Moroco Topo”, “Johnny Knoxville”, “Gnomo”, “Mr Bean” y muchos otros clientes y compañeros que tomaban estos sobrenombres con humor porque los trataba con consideración y respeto. Siempre reconocí sus llamadas porque un “¡Querida Aleja!” era el saludo que comenzó nuestras charlas durante 24 años.
Fue siempre arriesgado y vanguardista con su apariencia y gustos, experimentaba con peinados y colores de cabello, tuvo uno de los primeros autos amarillos que conocí y una biblioteca musical muy selecta. Nunca escucharé a The Charlatans, James, Interpol o Rush sin pensar en él.
Escribo esto en medio de las lágrimas que me provoca su partida, con la tristeza y desconcierto que me sobrepasan, pero no puedo evitar sonreír al recordar los momentos con él, las veces que nos reímos a carcajadas, el orgullo con el que hicimos y publicamos cientos de sitios para empresas enormes y medianas; innovando, aprendiendo, equivocándonos y acertando, pero, sobre todo, divirtiéndonos muchísimo
Me pesa mucho no haberme despedido de él, dejo estas palabras como testimonio de mi admiración y cariño hacia ese hombre peculiar, curioso e impredecible que será siempre mi amigo Mau, que es muy confiable…