Raúl, mi padre.

Alejandra Monroy V.
3 min readMay 8, 2021

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Hoy murió mi padre, tenía 88 años y fue joven durante 85. Se movió por el mundo con una jovialidad natural, era amable y atento, disfrutaba que la gente estuviera contenta junto a él y se esforzaba por lograrlo.

De pequeña pensaba que mi papá conocía a todo el mundo, a donde llegáramos alguien lo saludaba, a veces muy efusivamente. Las meseras o vendedoras sonreían al verlo, hasta las más hurañas cambiaban su expresión cuando les preguntaba –¿cómo estás hoy además de bonita?–. Mi padre era un adulador, pero de los buenos, de los que te convencían de que sus halagos eran verdad, como si bajo su mirada fueras más linda, más guapo, más listo o tu trabajo fuera mejor.

Con el tiempo me di cuenta de que Raúl no conocía a tantas personas; cuando alguien lo saludaba en la calle o al llegar a algún sitio y él respondía el saludo con el mismo entusiasmo, yo le preguntaba — ¿quién es?— y con una sonrisa respondía — ¡no lo sé!— .

Ahí me di cuenta de que su encanto no era ser conocido, sino provocar en los demás el deseo de conocerlo, de ser su amigo, de estar cerca de ese hombre que siempre parecía gustoso de verte, fueras quien fueras.

Y es que verlo era muy bonito, lo mismo bailando un swing con sus dos hermanas a la vez, que un mambo o un danzón con mi madre, tan elegante, tan serio, como si cada paso fuera importantísimo. Daba gusto verlo cocinar o comer, ver su sonrisa que anticipaba el chiste que iba a contar o la broma que planeaba; la picardía con la que se ponía a cantar la Internacional Socialista cuando a la casa llegaban los testigos de Jehová.

No sé si mi padre fue siempre feliz, pero sé que disfrutaba ver felices a los demás. Llegar a su casa era sucumbir a sus ofrecimientos, no podías irte sin haber bebido un café o un agua de fruta (preparaba las mejores del mundo), tenía la capacidad de convertir una quesadilla en un manjar, una ensalada sencilla, unos huevos para el desayuno o un guacamole en un recuerdo memorable.

Mi padre, como todos, no fue perfecto ni infalible, tuvo fallas y debilidades pero sobre todas ellas puso siempre el amor y con él formó una familia que hoy lo despide con la paz de estar juntos, de amarnos incondicionalmente y de saber que se sintió querido y cuidado hasta hoy.

Hace tres años su cuerpo traicionó a su espíritu siempre joven y comenzó una batalla que terminó esta mañana. Nos quedan los recuerdos, lo que de él aprendimos, su cariño, su sonrisa, los paletones en una bolsita de papel con los que llegaba a casa después del trabajo; el respeto por nuestras decisiones de vida, el apoyo que nos hizo sentir al tomarlas, la calma con la que se adaptó a los cambios del mundo y, sobre todo, una familia enorme y cariñosa. Una tribu que hoy lo despide con cariño y respeto, que nunca ha dejado que ninguno de sus miembros se sienta solo o perdido, porque a pesar de las distancias o el tiempo nos quedan siempre los rituales que construimos juntos y a los que nos aferramos en los buenos y los malos tiempos.

Mi padre murió hoy, como si hubiera decidido que él vino al mundo para hacerlo un lugar alegre y no uno triste; se dejó cuidar y atender con paciencia, pero no aceptó un papel distinto al de ser él quien preguntara –¿qué te ofrezco, qué necesitas?–. Su luz se apagó como la de las cosas más brillantes, poco a poco, en silencio y sin aspavientos y algo de ella se queda dentro de nosotros, los que lo vimos pasar por el mundo y bailar con la vida. Mi padre fue joven 85 años y hoy lo despido con agradecimiento y amor.

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Alejandra Monroy V.
Alejandra Monroy V.

Written by Alejandra Monroy V.

Estudié diseño y me asombran los humanos, la naturaleza y la ciencia.

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