Verde mar
El mar de Alicante al atardecer es verde, de un tono extraño, profundo. Cuando lo vi por primera vez supe de inmediato por que me resultaba familiar; era exactamente del mismo color que los ojos de Jordi.
La tarde de agosto que conocí esos ojos no fue su color lo que me intrigó, sino la curiosidad con la que observaban todo y la forma en la que, como el mar, cambiaban. Cuando Jordi ríe, sus ojos son oscuros, pequeños y brillantes, cuando está triste son claros, grandes y cristalinos. Eso lo sé ahora, pero esa tarde solo noté el asombro y la búsqueda, cómo se dejaban atrapar por los colores y la formas, escrutando cada detalle nuevo. Esa mirada curiosa se siente atraída por el caos y está educada para la belleza.
Los ojos verde mar están acompañados de una voz clara y serena que inspira confianza, un voz que fluye tranquila a pesar de seguirle el paso a una mente veloz que parece estar en tres cosas a la vez. Los pensamientos de Jordi son imparables, van, vienen, regresan, dan saltos, giros, piruetas y aún así son estructurados. Su memoria selectiva guarda incontables datos acerca de cine, música, literatura, historia o arte mientras olvida algunas cosas casi de inmediato. Esa combinación crea una férrea lealtad a sus amores y una eterna disposición al descubrimiento. Se emociona siempre con obras que ha visto decenas de veces, descarta algunas y atesora para siempre las que lo conmueven.
Paciencia y pasión no se encuentran juntas con facilidad, pero Jordi las une con maestría. Su espíritu apasionado lo mantiene en movimiento y lo convierte en un explorador inquieto que viaja sin parar, no solo de manera física; se mueve siempre aunque no cambie de lugar porque sus intereses crean distintos territorios que habita y cuida. Este hombre hiperactivo dedicó, paciente, meses a observar y documentar un altar barroco tan detallado que durante siglos ha sido objeto de estudio y puede pasar largos ratos en silencio viendo el mar, un bosque o la montaña. Encuentra, también, paz en la meditación activa o inmóvil y está en la búsqueda constante de refugios que lo acojan con calidez pero no permite que la comodidad los convierta en jaulas.
Sus sentimientos y emociones son complejos, pero es una persona sencilla. Es empático y compasivo; deja espacio para la ternura en medio de las hostilidades del mundo que a veces exasperan su sensibilidad. Su humanidad reside en crear a partir de sus rasgos opuestos, en abrazar sus contradicciones y en mantener firmes sus valores esenciales. Es generoso con lo material y con sus dones, comparte con facilidad conocimiento, risas, casa, comida, cariño y experiencia.
Jordi celebra hoy el aniversario de su primer aliento. Nació en un país a muchos kilómetros y en un instante a muchos años del lugar y día en los que escribo este texto. Yo celebro su vida y el milagro que la hizo coincidir con la mía a pesar de las distancias espaciales y temporales. Es apenas el segundo cumpleaños que pasamos juntos pero ya tengo tanto que agradecerle que escribirlo todo me tomaría días. Aprovecharé esta pequeña semblanza para darle gracias, sobre todo, por la compañía y el amor; por haber puesto su mirada sobre mí y mantenerla firme, porque desde que nos encontramos la siento y eso me hace feliz.
Gracias, Jordi por ser como el mar junto al que naciste, por traer a mi vida tu calma, tu fuerza y ese tono verde que, como el del Mediterráneo, llena mi corazón y sentidos de convicción, esperanza y amor.